martes, 31 de julio de 2012


VIVENCIAS DE UN TRIMESTRE


            No calzo zapatos nuevos, pero intento abrillantarlos, cepillarlos y cuidarlos para que me duren mucho tiempo.
            Esta es una reflexión que he hecho estos días al realizar mi propia valoración de un trimestre vivido como tutora en este Centro.
            Lo que escribo a continuación, lo hago para reflexionar en voz alta momentos de mi vida profesional. Siempre había sentido esta necesidad de escribirla y compartirla, hasta hoy que me he lanzado. No quiero ser presuntuosa, simplemente decir en voz alta lo que siento; nada más.
Procuro siempre entre mis alumnos/as y yo, establecer una relación educativa afectiva y efectiva que facilite la comprensión de “ uno mismo”, del “ mundo social” y del “ mundo cultural ”.También que mis prácticas educativas sigan una conexión personal entre lo que hago y lo que digo, lo que vivo. Para todo ello utilizo un proceder lo más creativo posible, que me lleva a realizar otras actividades no programadas, que no se pueden definir como fórmulas metodológicas.
Cuando me arriesgo en busca de algo nuevo, recuerdo “ el hacer ” de otros profesionales y lo vivo no como una tarea solitaria, sino compartida.
Mi frase favorita “ir a gusto a la escuela ”. Mi experiencia de haber trabajado en un contexto desfavorecido, con alumnado conflictivo y en situaciones precarias no quiere decir que “ ir a gusto a la escuela ” sea ninguna impostura, pues no trato de negar o rechazar la inquietud, el desasosiego, la duda o el temor que se pueda experimentar ante situaciones escolares complicadas; se trata más bien de resaltar el modo en que vivo e intento hacer vivir la escuela como experiencia de iniciación y apertura al mundo.
Siento la preocupación profunda de mantener vivo en mis alumnos/as el deseo de aprender. Eso para mi significa salir de la lógica dominante que separa la escuela y la vida e intentar ayudar a mis alumnos/as a descubrir algo nuevo, o una nueva forma de mirar y leer la realidad.
Para mi, educar es ayudar a “ llegar ser ” y por eso, enseñar no es sólo enseñar cosas sino ser capaz de sacar del otro lo mejor que tiene. Pero soy muy consciente y lo digo siempre que lo saca “él” o “ella ” yo sólo hago posible que lo saque.
Constato día a día que ser maestra no es sólo un modo de ganarme la vida, ni es sólo un conjunto de reglas y estrategias de enseñanza.
A veces cuando me vence el cansancio porque existen limitaciones, intento salir de la queja y el lamento y recuperar el sentido humano de lo que significa “ educar ”, no busco grandes argumentos.
Siempre necesito y practico una continua reflexión y para ello reivindico la “ conversación ” como una práctica para entrar en relación con la otra, el otro y conmigo misma.
Hay momentos en que vivo la práctica pedagógica con mucho desorden y confundo lo urgente con lo necesario.
La práctica de conversar me permite “ cuidar ” la posibilidad de poner en juego lo que hago o lo que me preocupa y de buscar sentidos de verdad en aquello que “ me pasa ”. Además la práctica de conversar “ potencia” el mantener abiertas las preguntas y el deseo de nutrir la búsqueda. Porque hay una diferencia entre tener una mochila llena de estrategias y recursos didácticos  y creer que se tienen todas las preguntas contestadas
Para mi y pensando en mis alumnos/as ( en todos y cada uno ), la práctica socializadora de la escuela es una experiencia importante, como lo es “ hacer de los problemas ” y  “ las necesidades ” proyectos de trabajo .Es el amor a la pregunta, lo que pongo de relieve en mi aula, porque la pregunta nos invita a pensar y nos ayuda a comprender. Para esto siempre me falta tiempo.
He aprendido a aprovechar la “ circunstancia ”, a dejarme tocar por la curiosidad, por el deseo o las propuestas que traen mis alumnos/as o compañeros de apoyo.
El último día del trimestre y celebrando la Navidad, los padres me obsequiaron con un regalo. Me puse a llorar como una niña pequeña. Era un cúmulo de  muchas vivencias que se me unieron en esos momentos y que no fui capaz de expresarlas de otra forma.
Los padres somos  o pretendemos serlo, transmisores de felicidad y eso lo han logrado los padres de mi tutoría. Os lo agradezco.

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